Las Necesidades Especiales de los Talentosos

Admiro demasiado a los padres de esta generación. Sobretodo, a aquellos que tienen niños que son diagnosticados o etiquetados como “con necesidades especiales”. Los veo luchar cada día y me conmueven. Pensamos que los llamados “niños con necesidades especiales” requieren más atención, cariño y cuidado por tener esas necesidades especiales. ¡Claro que sí! Esas necesidades pueden ir desde tener una discapacidad física o mental hasta una situación de conducta o comportamiento. Y no me malinterpreten y se vayan “esbocaos” a tirarme, necesitan atención y cuidados especiales, mucho amor y mucha empatía. Y con estos cuidados la gran mayoría pueden alcanzar grandes logros. Admiro mucho esos padres que hacen lo imposible por sacar el máximo potencial de ellos y que buscan todas las herramientas posibles para su desarrollo.

Sin embargo, lo que hoy me mueve a escribirles no son ellos, sino los que tienen el estigma o etiqueta de “talentosos” o “superdotados” porque esos también tienen “necesidades especiales”. Esos que hoy son muchos adultos a los que le enseñamos que eran perfectos o que en todo tenían que ser perfectos. Esos a los que dedicamos de una manera distinta nuestro tiempo porque eran perfectos y no necesitaban nada; solo la oportunidad de una excelente educación.

Esos adultos hoy no se toleran un fracaso. Esos adultos fueron niños a los cuales le pusimos un estándar bien alto en sus vidas y en algunos casos imposible de superar. Y sí, son personas brillantes. Había que darles la oportunidad de desarrollar al máximo sus talentos. Ciertamente demostraban ser niños felices aprendiendo. Sin embargo, en ocasiones fallamos en exponerlos a actividades donde desarrollaran sus destrezas de socialización y destrezas para poder manejar la frustración cuando las cosas no salen bien. Esos niños no aprendieron a manejar el enfrentarse a otros niños que tal vez tenían mejores notas que ellos en un mundo tan competitivo. Aprendieron que la definición del éxito y la felicidad estaba en una nota, en una profesión, en sobresalir y el día que eso no ocurre se les derrumba el mundo. No fortalecimos su autoestima, sino que los confundimos diciéndoles que tener una autoestima alta era lo mismo que ser superior a los demás o “el mejor en todo”.  Esos son algunos de los adultos que encontramos hoy en muchas posiciones de liderazgo pisoteando a los demás. También es el adulto sin recibir ayuda profesional para trabajar sus fracasos. Son los adultos que dejaron de crear, de curiosear, de hacer preguntas y hacerse preguntas porque entienden que lo saben todo. Son los adultos que viven sin arriesgarse a intentar por miedo a fracasar. Son los adultos que en puestos directivos carecen de compasión hacia sus compañeros o empleados a la hora de pedirles un trabajo o asignarles un proyecto. ¡No te dejan pasar ni una! Son los que no saben trabajar en equipo porque solo ellos pueden hacer las cosas bien. Son como decía alguien que conocí: “la cabeza pensante”. Son los que se quejan y quejan de que están cansados y no tienen tiempo para nada porque no pueden delegar en los demás. Son los que entienden que en ocasiones no merecen segundas oportunidades y son más duros con ellos mismos que la Santa Inquisición.

No generalizo, pero me encuentro con estos perfeccionistas a diario que sufren mucho. Me rompen el corazón y cuando hablo con ellos lo que hay detrás es que en algún momento comenzaron a cargar un peso demasiado grande. Personas que se sienten que hicieron todo perfecto en sus relaciones o en sus trabajos y aun así, no entienden por qué tuvieron un fracaso. Personas cuya autoestima está destruida porque cometieron un error y entienden que no merecen ser amados o no merecen una segunda oportunidad. Personas que tienen miedo de reinventarse o de aceptar que ya no quieren seguir en una profesión o relación que no los hace feliz, por miedo al fracaso y a lo que digan los demás.

Me atrevo hoy a hablarlo porque tengo muchas mismas y mismos con niños talentosos que ya están siendo identificados y hoy les hago un llamado compasivo a equiparlos con el mayor amor propio, cuidado y darles las herramientas emocionales para manejar desilusiones y tropiezos en el camino. Está perfecto ser talentoso, pero aparte de eso es lindo ser compasivo, amoroso, buen amigo, etc. Nos ayuda a servir de una forma distinta.

Hace poco veía como estos niños con inmenso talento para cantar son llevados de audición a audición y compiten con otros para lograr becas y premios. Y eso está perfecto. Hay que apoyarlos. Pero me destruye cuando ya más adelante los veo llorando o diciendo en las cámaras que no quieren volverlo a intentar porque alguien más ganó. No estamos preparados para entender que el ganar o perder no nos valida. Sujetamos el valor y la importancia de alguien a sacar A, un 100%, un 5 en la evaluación de desempeño. No los enseñamos a estar equipados con el saco de “ganar y perder”. No les enseñamos a que hay algo más después de el “perfecto” o “aprobado”. A que la definición de éxito es personal y se construye en la vida. Solo el que se acepta a sí mismo y es feliz con lo que hace con su vida es exitoso.

Muchos tenemos un grado de perfeccionismo. Yo también tuve mis periodos en los que no me perdonaba una B o un 95%. Aún me revienta la paciencia cuando envío una publicación con errores (por mínimos que sean) o cuando sale el “newsletter” con el link equivocado después de revisarlo mil veces. Sin embargo, la vida me enseñó que había algo más. No fue fácil entender y aceptar que me falta mucho por aprender, que no tengo todas las respuestas y que está bien no saberlo todo.

Aprendí a disfrutarme el viaje y a arriesgarme independientemente del resultado. Sí, así como escribir un blog que ni sabía si mi familia eran los únicos que lo iban a leer por caridad.

El mayor enemigo de la creatividad hoy en día es el perfeccionismo. Enseña a un niño los parámetros de perfección y matarás su creatividad y su proceso para generar nuevas ideas por siempre.

Hoy, te exhorto a que si eres mamá (o papá) de un niño talentoso o si eres maestro de ellos, los eduques también para fortalecer su autoestima y les enseñes a ser resilientes a los golpes y fracasos. Déjalos que comentan errores y que aprendan de todo. Ayúdalos a ser personas integrales y a brillar en todos los aspectos de sus vidas, no solo en el académico. Muéstrales que hay muchas cosas por las cuales pueden estar orgullosos de ellos mismos que no tienen que ver con lo académico/laboral. Cubre también sus “necesidades especiales” de aprender a quererse y perdonarse; eso es conectar.

Les envío un abrazo,
Misma