Es mejor pedir perdón que pedir permiso

Hablemos del perdón. En días recientes he visto como en mi Isla de Puerto Rico la palabra perdón o la acción de perdonar ha sido utilizada, mal utilizada criticada y desvirtuada. El perdón va más allá de “borrar cinta”. En nada tiene que ver con actuar como si nada hubiera pasado. El acto de perdonar no está relacionado a el restablecimiento de una relación o a la restauración de la confianza.

El acto de pedir perdón parte de la introspección, del autoconocimiento y el arrepentimiento profundo de las acciones cometidas. No implica tampoco que puedo resolver las cosas, porque en muchos asuntos el daño es irremediable. Si se trata de algo remediable, lo usual es que como muestra de arrepentimiento se intente accionar o establecer un plan para reparar el daño lo más pronto posible o simplemente no continuar haciendo daño. Es un acto maduro, personal y tampoco tiene que ser público. El acto de pedir perdón no depende de si el otro va a aceptarlo. Es un acto liberador para mí como persona el aceptar mis errores. Pero la palabra “perdón” por sí sola no genera efecto alguno si no hay real arrepentimiento y acciones que lo muestren o que me lleven a enmendar lo que hice en la medida en la que sea posible.

El pedir perdón y aceptar errores no es un acto liviano. Es un acto responsable y de valentía. Implica un desprendimiento de ese modelo de perfección que en ocasiones tenemos, ejercemos, proyectamos y vivimos. 

Sin embargo, quiero puntualizar que al no ser un acto liviano no debemos andar por la vida viviendo con la máxima de “es mejor pedir perdón que pedir permiso”. O la famosa frase “perdona sae”. Mire, eso se lo inventó alguien y hasta es jocoso. Pero usted jamás debe tomar con naturalidad el andar suelto por el mundo irresponsablemente y que el perdón brote de sus labios como el “buenos días”. Eso denota que usted realmente no tiene ningún tipo de arrepentimiento por lo ocurrido, que no respeta al otro, pero más aún que no se respeta a sí mismo. 

De igual manera, el acto de perdonar a alguien es un acto personal y que proviene de reflexión interior. Proviene de la voluntad de sanar eso y de separarlo de mi sentir para que no me afecte. No implica “pérdida de memoria”. No. Pero sí implica dejar el tema ahí porque no me aporta. O al menos soltar lo que eso provoca en mí y que me hace daño. El acto de perdonar a otro no necesariamente tiene que ver con que la otra persona me haya pedido perdón. La persona puede guardar silencio, actuar como si nada hubiera ocurrido, se puede morir y yo aun puedo liberar mi alma de ese dolor, de ese resentimiento. El que perdona no le hace bien al otro, sino a sí mismo. Al permitirse no seguir restándose energía en el tema. Hay muchos estudios de personas que han estado físicamente enfermas por años y en ocasiones no se encuentra ni la causa. Luego de años, terapias y entrevistas internas llegan a la conclusión de que había algo en sus vidas que no habían sanado y perdonado. Algo tan grande que en algunos casos los mantenía postrados.  

Por último, el acto de pedir perdón no detiene las consecuencias. No detiene el cumplir con la responsabilidad de nuestros actos. Ya sea en el plano legal o civil. Y ciertamente independientemente si estas del lado del que pide perdón o del que lo concede, debemos tener claro algo bien importante: ambos actos presuponen una modificación en conducta. Del que pide; el enmendar de una forma u otra sus actos, asumir responsabilidad y no volverlo a hacer. Del que perdona, el dejar el tema ahí sin seguir alimentando la animosidad y seguir adelante.

Para mí es importante el tema de educar a nuestras generaciones jóvenes sobre el perdón. Porque en el tiempo de mis abuelos no se podía pedir perdón porque eso era un signo de debilidad y desconfianza. Sin embargo, en estos días estamos educando a pedir perdón por la vida sin asumir las consecuencias de nuestros actos bajo la filosofía de que nadie es perfecto, no podemos juzgarnos y todos merecemos oportunidades. Y aunque es cierto que no vinimos a juzgar ni a ser perfectos y soy partidaria de esto, no es menos cierto, que uno no puede andar por la vida pisoteando, empujando y haciendo daño físico y emocional a otros y luego pagarlo con un “perdóname”. Y listo. Por estos perdones livianos que hasta con lágrimas en los ojos salen, es que me atrevo a decir que hay muchas mujeres muertas a causa de sus parejas. Porque el perdón no va acompañado a un cambio o modificación de conducta. O porque no entendemos que el perdón no restaura relaciones. Que el perdón no restituye la confianza. Que las cosas hay que ganárselas y que en ocasiones hay cosas que se rompieron y no se pueden reparar. La línea es bien fina.

En un Puerto Rico en el que estamos hablando tanto últimamente sobre pedir y otorgar perdón, es bien importante tener claro que todos cometemos errores, que es de valientes pedir perdón, pero que el perdón no significa pérdida de memoria o ausencia de consecuencias. No. No es mejor pedir perdón que pedir permiso. Lo correcto es pensar antes de hablar o actuar; eso es conectar.

 

Un abrazo profundo,

Misma